El Moianès ha visto al ser prehistórico vivir en cavernas, a los payeses ganarse el pan de cada día, a los caballeros medievales construir castillos y al proletariado dejar las fábricas para volver al campo.
El Moianès ha sido una tierra habitada por los humanos desde tiempos inmemoriales. Se tiene conocimiento de que hace 100.000 años el hombre prehistórico ya recolectaba por los bosques de esta comarca y se tiene indicios de presencia humana en las Cuevas del Toll hace más de 50.000 años.
Las Cuevas del Toll pertenecen al término municipal de Moià, no obstante, se encuentra a seis quilómetros de pueblo por la N-141c en dirección Vic, dos kilómetros antes de llegar a Collsuspina. Estas cavernas fueron habitadas durante el paleolítico y el neolítico, cuando los seres humanos aún subsistían gracias a la recolecta y la caza. Aunque en su interior se han encontrado distintas herramientas fabricadas a partir de sílex, estas cuevas destacan por ser de las más ricas de Europa en rastros de fauna cuaternaria, como osos de las cavernas, leones, rinocerontes o hipopótamos. Hoy en día, estos restos óseos, junto con el resto de los hallazgos fabricados por humanos, pueden ser visitados en el Museo Paleontológico de Moià, situado en el centro de la villa. Además, la acción del curso fluvial que ha atravesado las cuevas durante miles de años ha dotado la gruta de una belleza majestuosa a lo largo de sus 1148 metros.

Por otro lado, actualmente, en el complejo de las Cuevas del Toll se acaban de restaurar unas cabañas prehistóricas que datan del neolítico y corresponderían a la época en que los primeros habitantes del Moianès pasaron de ser recolectores y cazadores para convertirse en payeses y pastores.
Des de entonces, los habitantes de la región empezaron a cultivar y a pastorear los rebaños, convirtiendo el paisaje natural de su alrededor en un paisaje agrícola salpicado de pequeños pueblos rurales. Estos municipios crecerían con la llegada del cristianismo y el feudalismo. A partir del siglo X se impulsó la construcción de castillos e iglesias por toda Catalunya. Gran parte de los municipios del Moianès están custodiados por un castillo construido durante la alta edad medieval, como es el caso de Moià, Castellterçol o la Granera. Sin duda alguna, si hay que destacar un castillo de entre todos los que se encuentran en el Moianès, este sería el castillo de Castellcir, más conocido con el nombre de Castell de la Popa, a causa de su parecido con la forma de la popa de un barco. Construido durante el siglo XI, este castillo de arquitectura románica estuvo habitado hasta el siglo XX. Sin embargo, aunque presenta un avanzado grado de deterioro, aun se conservan las runas del edificio principal, la muralla y la capilla de Sant Martí de la Roca.

En cuanto a las construcciones religiosas, la más importante de todas -y con diferencia- es el Monestir de Santa Maria de l’Estany. Este lugar de culto religioso se inició cerca de un estanque hace más de 900 años cuando una pequeña comunidad de canónigos se estableció para vivir según la Regla de Sant Agustín. Con el paso de los años, más y más habitantes se agruparon alrededor del monasterio y del estanque que le daría nombre a la nueva villa. Hoy en día, el claustro románico del monasterio no es solamente el goce de este santuario, sino una joya del patrimonio cultural catalán. El ala norte del claustro es la más antigua de todas, ya que se comenzó a construir a mediados del siglo XII, y en sus capiteles está representada la vida de Cristo. El ala este, dado que no solo representa pasajes religiosos, sino que también escenas profanas, es iconográficamente mucho más rica que la anterior. Entre estas representaciones profanas destacan un buey tocando un instrumento musical y una chica peinándose. Los capiteles de las alas restantes están decorados con formas geométricas y heráldicas o con temas vegetales y de bestiario. El ala sur del claustro es la más moderna, ya que se terminó entre el siglo XIII y el XIV.

Sin embargo, en la comarca del Moianès se encuentran múltiples construcciones de cariz religioso, como la iglesia románica de Santa Coloma de Sasserra, construida junto a un roble monumental; la parroquia de Sant Feliuet de Terrassola; o la ermita de Sant Jaume de Vilanova, que aunque actualmente está adosada a la masería Vilanova, consiste en una de las pocas construcciones románicas de planta circular que se encuentran en Catalunya. Pese a que muchas de estas feligresías se conservan adecuadamente, en el término municipal de Santa Maria d’Oló destaquen las runas de Sant Joan Vell (Sant Juan Viejo), otra ermita románica del siglo XI que fue abandonada en 1643, cuando se inauguró la iglesia nueva de Sant Joan d’Oló, conocida con el sobrenombre Sant Joan Nou (Sant Juan Nuevo).
En el casco antiguo de Santa Maria d’Oló, en lo alto de la colina, junto a los restos del castillo que coronaba el pueblo, se encuentra la iglesia Vieja, que guarda un retablo barroco dedicado a la Asunción de María y construido entre 1663 y 1673 por el escultor Pau Sunyer.

Aun así, la iglesia parroquial de Santa Maria d’Oló no es la única iglesia barroca del Moianès; la propia capital comarcal está establecida entorno a la iglesia barroca de Santa Maria de Moià. Aunque fue consagrada en el siglo X, de la iglesia románica que había anteriormente no queda nada. La actual fue construida entre el renacimiento y el barroco y se convirtió en una iglesia grande, como le correspondía a la importancia del municipio. La iglesia de Santa Maria de Moià consiste en tres naves con el crucero coronado por una cúpula. Aparte del esbelto campanario, la iglesia destaca por su fachada principal, decorada escultóricamente con columnas ornamentadas y las representaciones de Sant Pere de la Cadireta, Sant Ponç de Planella, Sant Josep de Calassanç y, sobre todos ellos, la Virgen María. Esta fachada, junto con la lateral, es uno de los exponentes más extraordinarios del barroco salomónico en piedra de Catalunya.

Más allá de los municipios, entre los bosques y los campos que confieren el Moianès, siguen quedando rastros de actividad humana. Un ejemplo muy claro es el Roquer, un lavador de lana situado en Castellterçol. Aunque no se encuentran muchas referencias de esta construcción en los archivos municipales, se cree que fue utilizada desde el siglo XVI hasta finales del XIX. Otra reliquia histórica que se conserva en el Moianès son los pozos de hielo que hay dispersados por toda la comarca. Durante los siglos XVIII, XIX i principios del XX, en la región del Moianès se construyeron múltiples pozos de hielo. El relieve del territorio, el clima frío del invierno y la proximidad a Barcelona dotaban los alrededores de Moià de la capacidad comercial del hielo con la ciudad condal. Generalmente, se aprovechaban cursos de agua moderados para hacer construcciones cilíndricas de piedra coronadas por cúpulas que permitiesen la creación y el almacenamiento de hielo. También tendría que destacarse la mina de agua de l’Estany. Construida originalmente en el siglo XVIII para facilitar el desecamiento de las aguas pantanosas que negaban los campos del pueblo y convertían el estanque en un nido de mosquitos, la mina se sigue usando con la misma finalidad que hace 250 años.
A simple vista, puede parecer que la comarca del Moianès se haya quedado atrapada en el pasado. Es cierto que es una tierra con unas tradiciones ancestrales y que muchos de sus atractivos permanecen detenidos en el tiempo, pero no es una tierra inmutable. Pese a que el tiempo suscita el cambio en el Moianès y causa una lenta y suave evolución, esta tierra, por más que avance hacia el futuro, siempre mantiene su mirada en el pasado.

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