ESPAÑOL Sociedad

La espera infinita

A la espera de volver a su tierra, el pueblo saharaui exiliado sigue refugiándose en el Sáhara argelino, donde sobrevive gracias a las ayudas internacionales.


La vida en los campos de refugiados saharauis consiste en esperar. Durante la ocupación marroquí, iniciada con la Marcha Verde en 1975, muchos saharauis se vieron obligados a exiliarse de su tierra y buscar asilo en la hamada argelina, cerca de Tinduf. Aunque desde aquel entonces han pasado 45 años, no han dejado de esperar; primero esperaron a que terminase la guerra, después esperaron a que la ONU negociara con ambas partes para resolver el conflicto y hoy en día siguen esperando el referéndum de autodeterminación que les prometieron antes de la contienda.

Con el paso del tiempo, lo que empezó siendo una zona con varias jaimas erguidas en medio del Sahara de Argelia dio paso a cinco grandes aldeas con escuelas, hospitales, ayuntamientos, supermercados, tiendas, peluquerías, mecánicos… Estos cinco campos de refugiados, conocidos como wilayas, llevan nombres de grandes urbes del Sahara Occidental, a saber: El Aaiún, Auserd, Smara, Bojador y Dajla. Cada wilaya está dividida en estructuras administrativas menores llamadas dairas.

Dumaha, la alcaldesa de la daira de Tifariti, en la wilaya de Smara, nos cuenta que aunque algunos refugiados pueden permitirse comprar alimentos y tienen la capacidad económica de pagar algunos servicios, la gran mayoría sobrevive gracias a la ayuda internacional externa y al suministro de servicios básicos que garantiza el Estado argelino. Una vez al mes, llega un camión cargado de alimentos que se reparten equitativamente entre cada familia según la cantidad de miembros de cada una. Por otro lado, otro vehículo que frecuenta los campos de refugiados semanalmente es el camión cisterna. Con el agua extraída de pozos de abastecimiento, se llenan los depósitos de cada daira para que los saharauis puedan tener acceso a ella.

Aparte de la comida y el agua, cada matrimonio tiene derecho a una bombona de butano por semana. Los miércoles por la mañana, las mujeres de Tifariti se dirigen arrastrando la bombona de butano vacía de la semana anterior hacia el punto donde pueden cambiarla por una de llena. En cambio, hay quienes cargan unas cuantas en un carro tirado por un burro y las van repartiendo por las distintas jaimas y casas de adobe. Generalmente las bombonas de butano son usadas para el funcionamiento de la nevera y la cocina. No obstante, en contraste con los más desfavorecidos, que hoy en día disponen de electricidad en sus casas de hormigón, aquellos refugiados que solo poseen una jaima y un juego de té solo usan el butano para calentar el fogón eléctrico.

La continua pobreza que caracteriza los campos de refugiados no es solo consecuencia de la esterilidad de la hamada argelina, sino de la limitada cantidad de puestos de trabajo, la mayoría de los cuáles son ocupados por personas que han tenido la oportunidad de estudiar en el extranjero.

Mientras que muchos hombres entran en el ejército cuando cumplen la mayoría de edad, las mujeres que disponen de empleos, acostumbran a poseer puestos administrativos. Aunque el pueblo saharaui es tradicionalmente machista, como todas las sociedades musulmanas, las mujeres se ganaron el respeto del género opuesto al construir los campos de refugiados ellas solas en medio de la nada, sin apenas recursos, en plena guerra y mientras se hacían cargo de los más pequeños. Las mujeres saharauis se sienten orgullosas de haber construido uno de los mejores campos de refugiados del mundo y de ser conscientes que su pueblo no habría salido adelante si no hubiera sido por ellas. De hecho, actualmente, los salarios de las mujeres alcaldesas son más elevado que el de algunos militares.    

Sin embargo, el empleo más común es el de maestro o maestra. Pese a la escasez de recursos, las wilayas procuran sacar el máximo partido a la educación de las siguientes generaciones. El plan de estudios del Sahara es muy parecido al español: seis años de educación primaria y cuatro años de educación secundaria. Posteriormente, tienen dos años de formación religiosa musulmana en los que estudian el Corán a fondo, aunque estos años no son obligatorios. A nivel formativo profesionalmente, los campos disponen de una sola escuela que ofrezca grados universitarios, la escuela Simón Bolívar, situada en la wilaya de Smara. No obstante, solo los mejores entran en dicha escuela, con lo que existen otras alternativas en Rabouni, la capital administrativa de los campos de refugiados, y en Tinduf para cursar formaciones profesionales y grados universitarios. Afortunadamente, aprovechando que los campos de refugiados saharauis tienen programas educativos con Cuba y España, muchos refugiados intentan estudiar en el extranjero, aunque para ello deben de poseer un nivel de español relativamente elevado.

Aunque hace 45 años que viven de este modo y pese a que algunos de los más jóvenes se sienten como en su casa, la mayoría de los refugiados desea volver a su tierra, a su verdadera casa. El hecho de vivir de la caridad del resto del mundo no es una sensación agradable. Además, en los campos de refugiados tampoco pueden crecer económicamente ni quieren invertir en sus casas temporales, pues tienen la esperanza de volver al Sahara Occidental, donde tendrán que volver a empezar, aunque esta vez en su hogar y para siempre. De modo que cuando no están estudiando o trabajando pasan el tiempo resguardados del sol del trópico durmiendo, jugando al domino o tomando el té.

La ceremonia del té es un rito cotidiano, antiguo y tradicional saharaui. Cada vez que toman el té, beben tres vasos, que se preparan ligeramente diferente.

El primero es amargo como la vida, el segundo es dulce como el amor y el tercero es suave como la muerte.

Sin embargo, los tres vasos deben servirse con espuma. De modo que mientras acaba de hervir el té, van pasando el brebaje de un vaso al otro hasta conseguir espuma suficiente en cada uno de los vasos.

Gran parte de los refugiados han perdido la confianza en la ONU, pero siguen conservando la esperanza de qué volverán a su tierra. Lo que desconocen es si volverán a su hogar gracias a un acuerdo pacífico o mediante la guerra.


EN BUSCA DE LA IGUALDAD

POLE POLE

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