Los padres de Inmaculada peregrinaron al Palmar de Troya por primera vez cuando ella tenía 12 años. A partir de entonces, empezaron a entablar amistad con el resto de los peregrinos y decidieron formar parte de la Iglesia Palmariana.
Aunque Inmaculada veía contradicciones con lo que le habían enseñado las monjas en la escuela católica, se fue dejando llevar, ya que personas que ella consideraba más inteligentes le decían que solo en la Iglesia Palmariana se encontraba la verdad.
Inmaculada se casó en el Palmar y tuvo tres hijos y dos hijas, a los que educó siguiendo solo algunas de las normas del catecismo palmariano y enseñándoles la caridad como valor fundamental.
Por ese mismo motivo, dejó que sus hijos mantuvieran relaciones de amistad con los compañeros de clase que no eran palmarianas. Sin embargo, tenían que ir con mucho cuidado de que otros fieles no los viesen en la compañía de no palmarianos, ya que, si se chivaban, serían excomulgados. De modo que cuando sus hijos iban por la calle con sus amigos y veían a algún palmariano, sus amigos los escondían para que no los descubrieran in fraganti.
«Yo primero de todo soy madre y mis hijos son responsabilidad mía»
“¿Madre mía, pero que está inventando este hombre ahora?”, pensó Inmaculada cuando el Papa Clemente les contó que la Hermana Lucía de Fátima había sido condenada al infierno. Las contradicciones que proclamaba el Papa Clemente iban en aumento y ninguna de las profecías pregonadas se cumplían. Sin embargo, ella seguía dentro de la Iglesia porqué su familia formaba parte y no quería dejarlos.
En diciembre de 2004, los padres de Inmaculada abandonaron la Iglesia y, consecuentemente, fueron excomulgados. Pero en ese momento, Inmaculado decidió seguir dentro, por su marido y sus hijos.
Durante los dos años que siguió dentro, pese a tener prohibido hablar con sus padres, pues eran apóstatas, ella mantuvo el trato con su madre en secreto. Aunque para ello, solo podían hablar por teléfono. Esta relación le supuso una lucha espiritual interna, ya que la Iglesia le mandaba una cosa, y su conciencia le mandaba la contraria. Finalmente, acabó cediendo a su conciencia.
«Mi conciencia me decía que era una falta de caridad a mi madre, que estaba ofendiendo a Dios si no hablaba con mi madre»
En 2007, unas amigas de las hijas de Inmaculada fueron excomulgadas, lo que significaba que todos los palmarianos tenían que cortar toda relación con ellas. Sus hijas, sin embargo, no quisieron que eso pasara y su madre lo entendió perfectamente. Como acostumbraba a pasar, hubo un chivatazo, así que el Padre Ginés excomulgó a las hijas de Inmaculada. A la madre, le permitió seguir en contacto con sus hijas bajo unos requisitos, pero ella no iba a aceptar que le pusieran condiciones para con sus propias hijas. De modo que abandonó la Iglesia Palmariana para siempre y su marido e hijos junto a ella.
Cuando Inmaculada y su familia dejaron la Iglesia Palmariana siguieron viviendo en El Palmar de Troya. No le costó cambiar su vida ni su relación con los vecinos, ya que ella siempre los había saludado e incluso hablado con ellos, aunque a escondidas. Ahora, además, podía hablar con todo el mundo sin ningún temor. No obstante, quienes ahora no le dirigían la palabra, ni tan solo para saludar, eran los fieles palmarianos, ni siquiera su cuñada.
Desde que salió de la secta, no puede entender como hay gente que ha salido de la orden y quiere volver a entrar, ya que su opinión sobre la Iglesia ha cambiado mucho desde que está fuera:
“Para mí sí que es una secta. […] te destruye la personalidad y te lava la cabeza”.
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