“Yo he nacido en el Palmar” dice Clara. Cuando ella vino al mundo su familia ya formaba parte del Palmar, sin embargo, con 21 años, cansada de sus normas sin sentido, decidió abandonarlo y fue excomulgada. Durante los siguientes años sus hermanos la siguieron, todos excepto una. La más pequeña de sus hermanas, Marisa, con 17 años, se fue de vacaciones con sus padres al Palmar de Troya, donde las monjas le comieron la cabeza, y cuando volvió a su pueblo quiso entrar como monja de clausura. De modo que, cuando peregrinaron al Palmar para la celebración del Pilar, Marisa se convirtió en la novicia María Verónica.
«Yo no entiendo el cambio ese tan radical que tuvo ella»
Con tres hijos fuera del Palmar y una hija como monja de clausura, los padres de Clara tuvieron que decidir si seguir dentro la orden y no poder hablar nunca más con sus hijos excomulgados, pero poder hacerlo con su hija monja solo durante las peregrinaciones, o salir de la Iglesia Palmariana y poder disfrutar de una vida junto a sus hijos y nietos.
No fue una decisión fácil, especialmente para su padre, pero al final Clara consiguió que entrara en razón y abandonaran la secta.
Clara lleva más de 22 años sin ver a su hermana y ha recibido noticias suyas en muy raras ocasiones. Al principio telefoneaban para hablar con ella, pero siempre les pedían el permiso del Papa, lo que es imposible de conseguir, ya que no hay manera de contactar con él. De modo que llamaron a la Guardia Civil para que rescataran a su hermana del convento, pero cuando entró la Guardia Civil a buscar a la Hermana María Verónica, esta declaró estar bien y no querer salir. Al ser mayor de edad, la Guardia Civil no pudo sacarla en contra de su voluntad.
«Tú hacías lo que te decían ellos porque allí está la verdad y ellos estaban viviendo una mentira»
Pero Clara sabe que su hermana lo ha pasado mal dentro del convento, ya que recibieron una carta de una antigua monja de clausura que les contó que, aunque su hermana estaba bien dentro de lo que cabía, había estado enferma y no la habían asistido correctamente. Además, mientras fue novicia, las superioras habían abusado de su inocencia pidiéndole trabajos que la superaban y había sido castigada psicológicamente cuando el Papa la expulsó del coro a gritos.
“Aunque tengo miedo te voy a decir que estoy bien” opina Clara. Ella piensa que, para retener a su hermana, las otras monjas hacen que María Verónica tenga miedo de salir poniéndole pensamientos en la cabeza, como que nadie la querría fuera, que sería una mala monja y que donde está ahora está protegida del mal.
«Ya no eres una persona normal, estás cohibida»
Sin embargo, la Iglesia Palmariana ha usado a la Hermana María Verónica para contactar con su familia y tentarlos para que vuelvan a entrar en el Palmar. En una ocasión, llamaron a la madre de Clara para decirle que su hija se encontraba mal y la echaba de menos. La madre estuvo a punto de dejarlo todo y volver a entrar en la Iglesia para estar junto a su hija. Afortunadamente, Clara consiguió evitarlo. Y otra vez se hicieron pasar por la Hermana María Verónica por teléfono, pero su madre se dio cuenta y lo único que consiguieron fue inquietar aún más a la familia.
Dada esta falta de comunicación con su hermana, Clara teme que nadie avise a la familia del momento en que Madre María Verónica falte. Además, si muere en el convento será sepultada en la cripta que hay debajo de la Basílica. Lo que significa que su familia no podría ir a su entierro ni tener acceso a su tumba.
«Yo vivía en mi ignorancia […]. Yo a mi verdad y ellos a la suya»
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